20 de febrero de 2013

Jualengas.


Entran en el autobús. Al parecer por separado. Nadie sabía que ellos los sabían. Nadie era consciente de que se conocían. Más de lo que estás pensando. Cogen al vuelo las miradas, sonrisas. Unos hilos invisibles tiran de las comisuras. De los dos. Ambos. Él Guiña el ojo. Ella saca la lengua. Que poco decoro. Piensan algunos. Pero de la nada. Como te vas a quedar tú. Sin halas. Sin nada. Ella se levanta. Él se acerca. Ambos se funden en un emotivo abrazo. Ella está cortada y él lo sabe. Pero aun así, hay espacio para un tercero. El cariño. Dos pistoleros lentos. Flechas de amor. Satanás no entra. Espacio restringido. Durante el trayecto él la agarra. En las curvas hace fuerza para que con su brazo colocado de una forma incómoda pueda abarcar su cuerpo y sujetarla. Con fuerza. Arañan los minutos que quedan. Al final del trayecto miradas, abrazos, besos, acaban... Cada uno sabe lo que toca. Él izquierda. Ella derecha. Todo con un pero. Pero...; pero...
Por si nos sale mal, pero no intentamos nada. Vamos a salir. Las cosas a su ritmo. PERO salgamos. Con FUERZA.
Ya, pero mejor prevenir que curar.
Para que luego digan que en el transporte público no pasa nada. Pero sin embargo pasa. Ella está contenta, él también, pero nunca más serán dos. Dos extraños jugando a quererse.
Apunta esta. Es buena.

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