26 de mayo de 2014

Verte y no verte.

Estar cerca el uno del otro. Él sabe dónde está y ella donde encontrarle, pero ninguno hace por ir a ver qué tal el día.
Esto está cambiando, si señores, la política sigue igual, nacen las redes sociales, el flirteo a través de aplicaciones, el fútbol evoluciona y las relaciones humanas también lo hacen.
Cada mañana se levanta y piensa en él; piensa en que esa tarde le va a ver; que va a compartir momentos con él pero ella no confía en que él piense lo mismo, que no tenga las mismas ganas de verla que ella. Hay multitud de excusas disponibles para propiciar un encuentro antes de plantarse en su despacho. Él desconoce la idea, los sentimientos e ilusiones que recorren el cuerpo de la fémina cuando dicen su nombre, le ve o simplemente se le cruza por el camino.
Si tuviera valor, le diría que todo son simples papeles repartidos y organizados por un grandísimo director de orquesta, que dice qué, cómo y cuándo debe actuar. Momentos que no surgen de casualidad. Pero a veces se descoloca. Las obligaciones de ella últimamente están cambiando. Tiene solo una cosa clara, el resto de elementos bailotean por su cabeza.
Sin embargo, ve actitudes que le desmontan su hipótesis de partida,- esa que comentaba al principio de qué él no piensa lo mismo de ella-.  Porque decide dar la vuelta, ir a verla y comentarla la jugada de su mañana. No piensan en planes, simplemente se dejó llevar por sus ganas. Ella se sorprende y no le plantea ni de verle de nuevo.
Algo que termina de rematar, son los alagos y constantes elogios por parte de él hacía su persona. Descripciones con las que ella se ve enormemente reflejada, pero que le sorprenden que salgan de su boca.
En definitiva, este batiburrillo de letras, espacios y signos de puntuación, solo dejan reflejar los enfrentamientos propios que tienen vida en su cabeza. Enfrentamientos que dejan pasar de largo las decisiones que por otro lado está convencida que debería tener.

En fin,

sin más dilación,

hasta el próximo post.

placeres de la vida.

Cierro el día de hoy, con algo que he leído y me ha recordado a lo que sentí alguna vez. 


No conoció el encuentro
del hombre y la mujer.
El amoroso vello
no pudo florecer.



Detuvo sus sentidos
negándose a saber
y descendieron diáfanos
ante el amanecer.



Vio turbio su mañana
y se quedó en su ayer.



No quiso ser.

Miguel Hernández.

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