8 de abril de 2014

Pareceres


Me tumbé en el césped,  cerré los ojos y me vi. Me vi a mí llena de entusiasmo,  de alegría y de frustración.  No sé si es un futuro cercano o lejano, pero se separaba demasiado de mi realidad de hoy.
El sol lucía su mejor cara y se colocó sobre mí.  Me veía rodeada dr gente interesada,  de gente para quién su economía era el valor más importante. Gente que ni sentía ni padecía, gente que vivía usando y dejándose usar. Quienes no conocían el significado de la palabra querer, para quienes realmente lo que te unía y creaba lazos con otro era el interés. En ese momento paré, abrí los ojos y decidí que no quería saber más. No quería volver a verlo. Pensé que realmente si que tengo gente que se preocupa por mí, que me quiere y  de lo cuál también depende mi felicidad.
En ese momento cerré los ojos de nuevo, me dejé llevar por el recuerdo. Me acordé de todas las tardes en el parque, de todas las noches de fiesta en lugares muy diversos y dispersos. Me acordé de las canciones que me acompañan a diario, de sus letras. De los momentos a solas por la calle, en silencio. Los momentos tumbada en mi cama recapacitando e intentando buscar el por qué de lo bueno o malo que había sucedido. 
Me volví a despertar, esta vez, como he dicho antes, fue culpa de un factor externo, no culpa mía. Me hubiera quedado pensando y soñando con aquello 2,3,4,5,6... horas más. Fue mi momento cumbre del día. Me despertó, o mejor dicho desveló, el cantar de los pájaros y la brisa que acariciaba mi cara. Después viajé a mí infancia, adolescencia etc. pero sobre eso no quiero volver a escribir. Debo dejar el pasado. Intento resolver los crucigramas que me rodean. El por qué me siento culpable de ciertas cosas. El por qué de ese peso en el pecho que siento día tras día, desde el momento en el que te conocí. Esas mariposas que crecieron y escaparon sacando lo peor de mí. El por qué de la careta que me planto cada despertar y que se intensifica cuando me miras o te acercas, cuando te veo, te noto o incluso cuando me escondo para no cruzar miradas y ni si quiera pisar donde lo haces tú. Esto lo estaba pensando, reflexionando sin cerrar los ojos. No era fruto de la imaginación o el deseo. Me dediqué a pensar en positivo. A darme cuenta de otra puerta que se abría ante mí. Puerta que no debía cerrar sin antes atravesar su marco. Puerta que nos relacionaba a los tres. Que al principio era el pilar y causante principal de mi malestar, pero que después, me di cuenta que solo son consecuencias de un error. El error de elegir la peor de las opciones. De elegir una que me llamó la atención pero que no analicé, en ese caso la otra hubiera sido siempre mejor. El problema lo tengo ahora, cuando creo que aquel fallo, puede provocar un fallo peor días más tarde, ahora. 
Soy una cotolenga más, con varios horizontes abiertos, varios caminos que quiero poder recorrer, sin indicio de por cual empezar. 
El arrebato de coger "el toro por los cuernos" y querer cambiar mi perspectiva, deriva de todo lo que he vivido en tan poco tiempo. 
De todos he aprendido, de todos he sacado conclusiones, pero lo que tengo claro es que voy a tomar las riendas de mi vida, otra vez; voy a cruzar esa puerta, o por lo menos a intentarlo, pero no quiero escuchar los lamentos después, ni los tuyos, ni los míos. 
Voy a volver a ser esa pequeña risueña que alegraba los días a quienes más la importaban y en cuyo corazón era muy difícil penetrar, o simplemente entrar. Era una puerta cerrada, cuya llave ya ni siquiera sabía donde estaba. 

No hablar, escuchar. 

escondida



Escondida en la luz de la noche me senté a pensar en todo. La penumbra era mi mejor compañera. Mis ojos ardían de rabia, dolor, cariño, ilusión y desilusión. Sentimientos enfrentados como tantas otras muchas veces. Miro por la ventana y no sé donde acaba el espacio. Las luces de la ciudad parecen que limitan pero la oscuridad le gana el resto del espacio.
Muchas veces nos preguntamos ¿qué es lo que hacemos mal? Los pensamientos cuando no queremos son más puros e inmensamente grandes que cuando lo haces a conciencia. Quieres cambiar algo y lo intentas, mejor dicho, lo haces.
Hay gente a quien no le importa hasta donde tengan que llegar, gente que lucha por lo que quiere, gente para quien realmente “querer es poder”. Gente que tiene sueños, gente que sueña de verdad, gente que quiere ayudar a los demás, que quiere creer que el mundo puede y debe cambiar. Para quienes las críticas ajenas no suponen ni el uno por ciento de los aceleradores que le mueven.
Ser o no oportuna, ser o no real… depende de ti, pero además te influye a ti. El miedo a fracasar frena más de lo que algunas personas se imaginan. Pero el estar sometido a ese maldito miedo y a los pensamientos que te persiguen y que te hacen pensar que no has intentado luchar por tus sueños, son más amplios y fuertes.
Sin embargo, el miedo a decir las cosas no frena. Gente que no sabe que decir y lo escribe. Gente con miedo a desnudar su alma. Desnúdate. Cambia el plan. Basta ya de caretas de sonrisas cuando estás triste, de ser el alma de la fiesta y autocastigarte, de que parezca que no tengas días malos y solo quieras disimular. Pero que al llegar a casa todo era una dura imagen. Una realidad tapada. Una imagen de felicidad para evitar conversaciones, para evitar que te pregunten, para evitar, sobre todo, tener que dar explicaciones. Autodefensas. Seamos lo suficientemente realistas y sepamos afrontar hasta el peor de los momentos.
Lunes 7 de abril, bienvenida nueva perspectiva.

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