31 de octubre de 2012

Hasta en el infinito.



                    Ariadna Zeta actualmente tiene 18 años. Es una chica risueña, alegre, amiga de sus amigos, y muy comprensiva. Tiene una vida normal, sin demasiados lujos y alejada de las malas costumbres. Dedica su tiempo a ser una buena estudiante, una buena universitaria. Está realizando su sueño en una Universidad madrileña aunque su origen no está en Madrid. Por ello debo contar su infancia y el por qué de todo lo que esté relato va a descubrir. 
Ariadna nació en un pequeño pueblo de Salamanca, una de las ciudades más bonitas de España. Su pueblo a penas tenía 100 habitantes, un bar y una pequeña tienda donde poder abastecerse de todo lo necesario en su día a día. Cuando era pequeña su sueño era montar una tienda de animales. ¡La encantan los animales! Su pueblo es pequeño, pero en él encontraba la paz y la tranquilidad que disfrutaba a diario y que la hacía valorar las cosas en su justa medida. Cuando llegaba de clase, la encantaba darse un paseo por los montes y los paisajes de aquel pequeño pueblo, antes de encerrarse en su habitación a hacer los deberes. Una vez terminados se acercaba al huerto de su padre, a las afueras, le recogía y juntos paseaban hasta llegar a la taberna donde trabajaba su madre. Se tomaban algo allí mientras ella terminaba y los tres juntos volvían a su casa. De camino se paraban en una pequeña finca que tenían situada en el monte de “Santa Brígida”. Se llama así por que hay una estatua enorme de la Santa situada allí desde siempre. En ese prado tenían 4 vacas. Las cuatro tenían nombre, Juliana, Roberta, Jacinta, y Teresa. Aunque fueran prácticamente iguales dos a dos, la niña sabía reconocer a cada una, las quería como si fuesen parte de su familia. Después del largo paseo, su padre siempre le preguntaba ¿estás cansada?, ¿has caminado mucho? Y a ella le encantaba que le hiciera esa pregunta a la que siempre respondía: “papa, aquí las distancias son muy cortas”. Y es que la alegría que la caracterizaba era arrebatadora. Contagiaba a todo aquel que a su paso la alcanzara. Ya en casa ayudaba a su madre a realizar las tareas y los tres juntos disfrutaban de una jornada de televisión. Ella siempre quería estar a las 21:00 sentada en la silla, delante del monitor para poder ver las noticias. Tenía dentro algo que la llamaba a interesarse por todo lo que en el mundo pasara, aunque ni siquiera supiese donde estaba ese lugar. Antes de irse a la cama y todos los días de su vida cogía el teléfono y llamaba a Madrid, allí estaba su hermana mayor. Isabel, que ese es el nombre que tenía la contaba todo lo que había hecho ese día, desde su entrada en la Universidad hasta sus prácticas en el Hospital.
Durante los 4 años que estuvo su hermana en la capital, todos los días de Ariadna fueron iguales. No se aburría de la soledad, de que no hubiera niños en su pueblo, si no que ella sola y con sus animales se lo pasaba de maravilla. Pero nunca negó que las épocas de Navidad, Semana Santa, o verano la encantaban. Eran los días que el pueblo estaba abarrotado. Que la muchedumbre se agolpaba en la plaza del pueblo y que se llevaban a cabo muchas actividades para niños y mayores, y lo que más le gustaba a ella: las actividades que reunían a todo el pueblo con un único objetivo: disfrutar de la compañía del de al lado, aquel a quien no ve nada más que de año en año. Todo esto lo se, por que ella tenía un diario, un pequeño libro donde todos los días desde que aprendió a escribir relataba lo que había hecho, con quién se había encontrado o las escasas novedades de su vida. Imaginaos, tiene más de 3.000 páginas escritas. 
Pero la vida de la pequeña cambió el 13 de Febrero del 2008, cuando tenía 15 años. Ese día, un incendio en su casa, provocó que perdiera lo poco que ella y su familia tenían. El pueblo se consternó y ayudaron a los Zeta a salir adelante. Ella, al ver su casa así, salió corriendo al monte y no apareció hasta la mañana siguiente, con los ojos hinchados de haber estado llorando durante horas y horas. Su perrita Canela, que la había acompañado en su noche, seguía con ella. Llegó y los obreros del pueblo y muchos residentes, estaban ayudando a su familia a limpiar los escombros y a recoger lo poco que había quedado. Ella solamente gritaba y gritaba desconsolada. Nadie la podía ayudar. Cogió su diario y apunto:
-“Hoy es el peor día de mi vida. Mi casa se ha derrumbado del todo, después de que ayer se incendiara. Me duele por que hemos perdido lo poco que teníamos, y que con sudor y lágrimas habíamos conseguido mi familia y yo. Pero lo que más me duele es pensar que en ese momento hubiesen podido estar mis padres dentro de mi casa, y haber sufrido más de lo que todavía estamos sufriendo. No entiendo por que nos pasa esto a nosotros, que estamos aquí en este pueblo que apenas nadie visita y que no hemos hecho mal a nadie, y haya por el mundo terroristas, ladrones o violadores que campan a sus anchas por el país sin sufrir ningún tropiezo en su camino. Es ahora cuando entiendo a esas personas que sufren en lugares pobres del mundo. A mí me pasa lo mismo”. –
Este día fue calificado en su diario como “El peor día de mi vida”.
Por suerte, gracias a la ayuda que recibieron de la gente de su pueblo, de amigos de otros pueblos de la comarca, y los demás familiares de Salamanca y Madrid, en menos de 2 meses volvían a tener la casa en el mismo lugar.
Pero con una particularidad. No era la casa pequeñita, rústica y antigua que era antes, sino una casa grande, bonita y amplia. Ella seguía con su afán de agradecer, se subió al balcón de la plaza del pueblo, y agradeció a todos su trabajo por ellos. Sus días sin descanso por salir adelante y les garantizó una cosa: “prometo, que volveré a sonreír como lo hacía cuando era una niña inocente que no se daba cuenta de las cosas, aunque sepa perfectamente lo que ha pasado. Es la única forma de la que os voy a poder pagar todo lo que habéis hecho por nosotros”. Recibió una oleada de aplausos y de ovaciones que decían: “queremos que vuelva la niña predilecta del pueblo, la sonrisillas, queremos que vuelva la “Heidi” de Gallegos de Solmirón”. Y es que en el pueblo se la conocía como la famosa niña del cuento, Heidi. Por su alegría, su cuidado hacía los demás y lo mucho que le gustaba corretear por las colinas y parques de su pueblo.
Este fue el cambio de su vida. A partir de aquí Ariadna nunca volvió a ser la misma. Intentaba ser como antes y a la vista de los demás lo conseguía, pero a sus propios ojos no. Pero algo si que había aprendido y fue a mirar las noticias desde otro punto de vista. Quería ayudar a los demás siempre, como los demás habían hecho con ella. Y la caracterizaba una frase que cada dos por tres intentaba soltar a cualquiera. “Quiero ser capaz de ayudar hasta en el infinito, por que he sido testigo de que querer es poder”. 
El año de la catástrofe, su hermana volvió al pueblo y se instaló durante los meses que duró la reconstrucción. Cuando tuvo que volver a la capital, su hermana no quería que la dejase sola y la prometió que volvería a por ella. 
Ese no fue el único día que cambió su vida, pero sí el más importante. Una vez iniciada su misión para ayudar a los demás llegó otro día que la marcó. Fue el 12 de Enero del 2010, apenas dos años más tarde. Ese día, estaba viendo las noticias cuando escuchó que en Haití se había producido un terremoto, que se había cobrado la vida de millones de personas. Había millones de afectados y también millones de damnificados. 
En ese momento el recuerdo de su pesadilla volvió a su cabeza. Se levantó del sofá y salió corriendo a abrazar a su madre. Este año estaba en uno de los cursos más importantes de su vida, y decisivo para ella. Y es que el curso 2010-2011 era en el que se decidía su futuro. Estaba estudiando 2º de Bachillerato. 
Durante varias noches la catástrofe de Haití, le rondó la cabeza hasta en sus mejores sueños. Se tapaba con la almohada, y lloraba desconsolada de la impotencia que sentía al no poder ayudar a nadie. Pensaba que estaba en deuda con todo el mundo. Ese día fue el único que no escribió en su diario. No se veía con fuerzas de plasmar en aquellas páginas todo lo que por su cabeza pasaba. Además, pensaba que si lo hacía cada día que lo leyera se haría más daño a ella misma. Sentía la necesidad de ayudar a aquella pobre gente pero se veía sin recursos. Sabía que si les decía a sus padres lo que quería hacer, harían todo lo posible para concederlo, pero ella no quería por que ya no era una niña y era consciente de los pocos recursos económicos de los que disponían. 
Cuando acabó el curso tenía unas notas estupendas, y el psicólogo de su colegio quisó hablar con ella. Durante la conversación el eje de ésta, estaba en adivinar que era lo que ella quería estudiar. Saber por qué cosas tenía interés y cual era su verdadera vocación. Ella lo tenía claro, pero parecía que el especialista no conseguía sonsacárselo. De repente apareció la Señorita Matilde en la Sala, el propio experto la llamó. Le dijo sobre que estaban hablando y que ella no le daba apenas contestación, ni apelaba a ningún sentimiento por nada. En ese momento Matilde le dijo, que ella si que sabía lo que aquella niña de ojos azules sentada delante de los dos quería hacer. Le explicó que Ariadna no valía para sentarse en un despacho o para estar aislada del mundo. Si no que necesitaba estar en continúa relación con los demás, en continúo movimiento. Entonces una pequeña sonrisa se dibujó en la cara de la niña. El psicólogo le dijo que por que no se lo había dicho y ella le contestó:
“No quería revelarte mi secreto, no soy tímida. Simplemente quiero ser capaz de sorprender a la gente. No quiero que mis padres sepan lo que quiero ser, a que me quiero dedicar. Quiero elaborarme yo misma mi propio futuro y ser quien ayude a los demás. A mi me han ayudado mucho desde mi familia hasta las propias personas que apenas conozco. Quiero informar en los rincones más estrechos del mundo lo que pasa en el resto del planeta. Y analizar las causas de los problemas para cortarlos de raíz”.
En ese momento Jaime, el psicólogo, le dijo que si hubiese empezado por ahí, la conversación hubiese sido más interesante para ambos. Y el le dijo, con esas características que muy bien has descrito creo que hay una carrera que te viene como “anillo al dedo”. Ella salto de la silla y gritó: “¡SI!”. Jaime le preguntó si sabía a cual sed refería y ella muy segura de si misma dijo: “no sé a cual te refieres tú, pero sé cual es la que quiero estudiar yo”. Le dijo que quería ser periodista. Jaime soltó una carcajada y dijo: “Veo que empezamos a entendernos, era justo en la que estaba pensando”.
La conversación acabó allí, y la niña se fue muy contenta a su casa. Su madre le preguntó que cómo le había ido en la biblioteca, y es que había estado allí, antes de la charla con Jaime, preparando su Selectividad. La niña le dijo que estaba muy contenta, que estaba preparada para enfrentarse a esa dura etapa de su vida, y que confiaba en que los nervios no la jugaran una mala pasada. Ariadna se tomó una infusión de hierbas que le había preparado su madre, y se fue pronto a la cama. Tenía que madrugar para presentarse al examen final, y necesitaba templar los nervios. A la mañana siguiente no eran ni las cinco de la mañana cuando Ariadna se levantó, y se preparó para comenzar a dar el último repaso. A las ocho, después de haber hecho todas las tareas y haber desayunado, salió corriendo a llamar a su padre para que la acercara a Salamanca. Pero una sorpresa la aguardaba y es que había venido su hermana para apoyarla en esos días tan duros. La recibió con un abrazo enorme, y con los nervios a flor de piel, alguna que otra lágrima se les escapó a ambas. Se montaron los cuatro en el coche y emprendieron el viaje a la ciudad. No eran las nueve, cuando a lo lejos se vislumbraba la catedral de Salamanca y los nervios de la niña comenzaban otra vez a reaparecer. Llegaron a la Universidad de Salamanca y tras un abrazo común la niña se adentró en ese nuevo mundo para ella. Esa jornada tenía que enfrentarse a 3 de los 5 exámenes que iba a realizar en Selectividad. Geografía, Lengua e Historia eran las asignaturas de ese día. Su familia no se movió ni un instante de delante de la fachada, querían estar allí cuando la niña apareciera. Tocaron las campanas las dos de el mediodía y ya la familia tenía una mezcla entre nervios y agonía. A penas dos minutos más tarde se veía a Ariadna correr entre la gente y acercarse a la velocidad de la luz hacía su familia. Estaba contenta. Su madre la abrazó primero, luego su hermana y finalmente su padre. A los tres les dijo que todo había salido como se esperaba que confiaba en ella misma y en sus resultados. También se atrevió a decir que sacaría algún que otro sobresaliente. Sus padres no eran capaces de creer aquellas palabras. No por la falta de confianza en su pequeña, si no por la gran confianza que era capaz de demostrar ella en sí misma. Eso era nuevo para ellos. Si algo le había caracterizado a Ariadna durante su vida era la falta de confianza en ella misma, y de optimismo desde el accidente de su casa. Les invitó a que se fueran a comer y de paseo por la ciudad y no desaprovecharan aquel maravilloso día de Junio. Ella en cambio se fue a la cafetería, compró un bocata y volvió a la biblioteca. Quería repasar el último examen de ese día.
Tras una tarde ajetreada la niña salió. Pero fuera no estaban sus padres y su hermana. Si no toda la familia. Habían bajado desde sus casas para apoyar a la pequeña de la familia. Su abuelo la abrazó entre lágrimas y la dijo: “no dependo de las notas, para decirte que me siento orgulloso de ti”. La niña entonces no puedo aguantar y explotó a llorar. Era llanto de alegría. Pero las sorpresas no acababan allí, ese día no iban a volver al pueblo como ella pensaba, si no que se quedaban a dormir en Salamanca. Querían que estuviese descansada para la última jornada a la que se enfrentaba al día siguiente. A la familia le encantaría reunirse en una casa a celebrarlo y ella lo agradeció, pero dijo que prefería aplazarlo y aprovechar las horas que la quedaban para esforzarse al máximo. Sus parientes lo aceptaron y cada uno volvió a sus hogares. Ellos se quedaban hoy en casa de sus tíos. 
Esa noche, fue muy dura para ella. La ilusión de que su familia la había apoyado hizo que estuviese exaltada. Además sentía más responsabilidad por sacar todo adelante y demostrar que no se habían equivocado por apoyarla. Pero entre la felicidad y las distracciones consiguió concentrarse y estudiar todo lo que le faltaba. 
La mañana siguiente, bueno, la media noche siguiente, por que se levantó a las cinco de la mañana otra vez, estaba demasiado nerviosa. Decidió irse antes de que sus padres se levantaran y les dejó una nota. “Papa, mama y familia. Me he ido a la Universidad ha seguir preparando los exámenes. Hoy estoy más nerviosa de lo normal. Gracias por todo, por vuestro apoyo. Pero por favor hoy no vengáis a visitarme, solo haría que sentir más y más responsabilidad”.
La jornada de ese día terminó con una sonrisa enorme en la cara de Ariadna. Salió de la Universidad y allí estaba su familia. Ahora sí, se fueron todos juntos a cenar en familia. 
Las siguientes dos semanas de la niña se resolvieron con normalidad. Vuelta al pueblo, con sus animales, sus campos etc. Pero de repente el cartero se adentró en la casa y buscaba a la niña. Ella no estaba, pero su madre la cogió la correspondencia y espero a que llegara la niña. A la madre no la iban a quedar uñas, llegaría a comerse hasta el codo si su pequeña no entraba pronto por esa puerta. Y es que la carta provenía de la Universidad de Salamanca. La niña había bajado al ayuntamiento para que la dejaran entrar en Internet y poder ver sus notas. Un grito se oyó en todo el pueblo. Había conseguido aprobar todas, y obtener una media alucinante. La gente salió de sus casas a preguntarla que estaba pasando. Subió corriendo a casa y grito “Si, si, si lo hemos conseguido”. La madre le pregunto las notas, y ella le dio la hoja donde lo había apuntado. Begoña, su madre, se puso a llorar de orgullo y felicidad. Y la dijo que lo había conseguido. Ariadna le dijo, “no mamá, lo hemos conseguido, por que sin vosotros no lo hubiera podido lograr”.
La niña se cogió la bicicleta y su madre la otra y salieron volando a buscar a su padre al huerto. La madre tenía ese día libre, pero Jose, su padre no. Cuando llegaron allí su padre se imaginaba a que venían, pero no se imaginaba que la noticia fuera tan tan buena. Decidió dejar el trabajo e irse con su hija y su mujer a celebrarlo por ahí. Pero la niña tenía que hacer algo antes de irse por ahí, por eso paso por casa y llamo a Isabel, para hacerla partícipe de los resultados.
Pero las buenas noticias no acabaron ahí. La niña estaba feliz, la familia también, y había obtenido muchísimas felicitaciones pero no se esperaba lo que pasaría poco más tarde. De repente bajaron a dar un paseo, cuando al adentrarse en la plaza estaba allí Nicolás. Nico, que así le llamaba Ariadna, es su primo y había venido para traerle las notas impresas que tenía que recoger en la Universidad, pero como él vive allí no hacía falta que ella viajara hasta la ciudad. Pero cuando la niña abrió el sobre, se dio cuenta de que no solo estaban las notas si no una carta certificada a su nombre. 
La abrió y según empezó a leerla en alto, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas al igual que las de sus padres. En la carta la daban la enhorabuena por las notas y la decían que la habían concedido una Beca para una de las mejores Universidades de Madrid. Iba a estudiar en la Universidad Francisco de Vitoria y sin que sus padres tuvieran que esforzarse demasiado por pagarla. Ahora tenían más motivos para alegrarse. Pero llegaba el verano, y ella quería disfrutar de sus amigos, del pueblo, y de la playa sin recordar nada de lo anterior.
El verano se la hizo largo, y es que no estaba acostumbrada a no tener nada que hacer. Antes de las fiestas de su pueblo, que son en Septiembre, viajó a Madrid para ver a su hermana. En su viaje, Isabel la enseñó la casa en la que vivía y por supuesto la habitación que a partir de ese momento sería suya. Era preciosa. Su hermana se había esforzado para que estuviese increíble. Las paredes eran rosas, con dos camas superpuestas con edredones blancos con flores, un corcho donde había muchas fotos de la niña con amigos y familiares, y muchos peluches. Era parecida a la que la niña había soñado tener. La abrazó y la dijo, ahora si que me siento como en casa, muchas gracias. 
Semanas más tarde volvieron al pueblo juntas para disfrutar de las maravillosas fiestas regionales de la villa. Además Ariadna era quinta, por lo que disfrutaría de ellas, como si fuese lo último que haría.
El 12 de Septiembre las fiestas llegaron a su fin, el pueblo se vació y la niña tenía que partir a la gran ciudad. No empezaría las clases hasta el 1 de Octubre, pero debía acomodarse en la capital. El cambio era demasiado grande.
Llegó el esperado día, y la niña no pudo conciliar el sueño la noche de antes. Tenía miedo de lo que se iba a encontrar en la Universidad y estaba nerviosa. No había tenido demasiados amigos en el pueblo, como para saber hacerlos aquí. Pero al llegar a clase, las cosas cambiaron. Vio lo amable que era la gente y ya conoció a alguna que otra persona.
El curso se estaba desarrollando con normalidad, pero a Ariadna la faltaba algo. Sentía que parte de sus sueños se estaban desarrollando pero otros no. Para su sorpresa apareció algo que la conmovió. Existía la posibilidad de ayudar a mucha gente, gracias a un grupo organizado de la Universidad. Se llamaba el “VAS”. Ella se apuntó a varias de las citas que pudo, como por ejemplo en la que fue a ayudar a niños que tenían madres drogadictas y borrachas. Ver a aquellos niños la conmovió, pero ver que podía ayudarles y sacarles sonrisas la emocionaba. Todos los días pensaba en el día que la mandaran ir a ayudar a otras personas. Antes de terminar el primer cuatrimestre les dieron la noticia, de que en segundo tenían prácticas solidarias. En ese momento la cara de la joven cambió. Estaba viendo que poco a poco iba a ir ayudando a los demás. Le dieron a elegir entre diferentes temas, pero la niña no tenía preferencia, quería ayudar a todas aquellas personas que lo necesitaran. 
Ya estaba acabando el curso y vio que había un viaje programado para este verano. Se llamaba “las misiones de México” y fue corriendo a investigar sobre el viaje, y a obtener información. Cada cosa que conseguía saber le gustaba más. Pero sabía que ese sueño era imposible. El viaje era demasiado caro, y no podía conseguirlo de ninguna forma. Pensaba que si hablara con sus padres le dirían que no podían y además harían que se sintieran mal. Pero la niña no desistió e intento por todos los medios ayudar a aquellas familias y niños. Asi que mientras conseguía viajar a México, fue a una asociación de su barrio de Madrid, Alcorcón. Aquella asociación se llamaba “el Club de Amigos”. Eran niños discapacitados. Resulta que su vecina era la presidenta, y había hablado con ella por que quería colaborar. No solo colaboró si no que consiguió que la Universidad creara convenio con ellos, y así que mucha gente pudiera ayudarlos. La niña veía a los chicos del club pero les faltaba algo, necesitaban algo que les hiciese sentir vivos, alegres. Hablando con Mercedes, ,la presidenta, averiguó que los padres de los jóvenes y todas las personas que forman parte de la Asociación eran mayores, y no podían practicar juegos y deportes. Ahí Ariadna vió una puerta abierta. Asi que decidió conseguir un grupo de chicos de su Universidad y de su grupo de amigos, para formar equipos con los niños y todos los fines de semana practicar deportes y juegos. Además se ocupó de la revista de la Asociación, cosa que le propusieron y no lo dudo ni un segundo.
Creo que a lo largo del relato, hemos podido ver diferentes actos de solidaridad con los demás. He visto en ella, un ejemplo claro para poder demostrar que aunque haya cosas imposibles de alcanzar, se puede conseguir si queremos con esfuerzo y sacrificio.
FIN
Con mucho cariño para Nuria del Parque, por que se que la gustó mucho y despertó muchas sensaciones y sentimientos que afloraban su piel. 
Pero aunque principalmente es para ella, también quiero que formen parte de esta dedicatoria mis chicos de Radio Gama y alguno que no está en el grupo y que sé que hoy no es su mejor día. hermanos Rochina.
Muaaaaccccccc

Cuento que presenté para un concurso en la UFV. Quedé entre las 10 primeras. 
Celia Zurdo Herrero

30 de octubre de 2012

Para sanar una herida, hay que dejar de tocarla.

http://www.youtube.com/watch?v=Hsy5K4ipzM8

                          Cuando te parece tocar fondo, es porque llevas un tiempo recordando lo que deberías olvidar. No es bueno ni sano vivir cada día sufriendo por quienes perdimos, eso es algo por lo que tendremos que pasar muchas veces a lo largo de la vida.
En estos tiempos nos inundan con libros y revistas que nos ayudan a vivir mejor, parecen insinuar que todo lo malo pasará, que el olvido llegará... Nos convencemos por los consejos que nos enseñan a seguir adelante, pero siempre acabamos recordando todo aquello que nos hizo daño.
Cada vez que recuerdas su nombre, te duele. Cada vez que escuchas vuestra canción te duele… tienes que darte cuenta de que seguirá doliendo mientras que te hundas en tus tristezas. Esas que te persiguen día tras día en tus pensamientos. Esas que aunque quieras olvidar no puedes. Pero siempre hay una cosa que debemos recordar, y es que pase lo que pase, nada es lo suficientemente malo. Siempre hay alguien que está peor que tú. Siempre nos centramos en lo que para nosotros son problemas, sin darnos cuenta de que los que están alrededor tienen verdaderos problemas. Lo que nosotros llamamos problemas son errores, piedras en el camino, amenazas y castigos de amor. Pero hay otras cosas peores, las enfermedades, son verdaderos problemas. Vienen sin avisar, no las esperas, muchas veces ni siquiera sabes que están ahí, lo desconoces. Eso son verdaderos problemas y no nuestras “rayadas” de cabeza. Me he dado cuenta de que los días en los que estoy cabizbaja, decaída y triste son los días en los que tengo mi autoestima por los suelos. Pero, ¿qué pasa si de un tiempo hasta ahora, siempre estás igual? ¿Qué pasa si te das cuenta que a tu vida le falta algo? ¿Qué pasa si no encuentras sentido a tu vida? ¿Cuál es mi camino?
En ese momento es cuando piensas en los demás, en los que están ahí, en tu familia y amigos, las personas que verdaderamente darían su vida por ti. Darte cuenta cuando bajas a la calle de con quién quieres verdaderamente estar. Subir y disfrutar de tu familia, de su compañía, de esos que al fin y al cabo son los que hacen que estés donde estás. Que les debes todo lo que tienes. Pensar que estar a su lado, te sirve para olvidarte de todo lo malo. Pero ¿y si hechas algo de menos? ¿Y si te sientes demasiado sola? No debes mirar hacía atrás, no debes volver a recordar. Tienes que pasar página. Si algo ha desaparecido de tu vida, es por que no era nada bueno para ti. En ese momento, date la vuelta, mira hacía atrás, y verás que a tu alrededor hay alguien que te merece la pena.. Alguien a quien debes intentar ayudar. Céntrate en otra cosa, y si verdaderamente necesitas a alguien o algo, búscalo, estoy convencida de que lo encontrarás. No pienses que el tiempo a su lado ha sido desperdiciado, pero piensa que se acabó, que ya no merece la pena Las buenas personas no abundan, pero en mi caso las sé reconocer. Estoy segura de lo que digo, y lo más importante, estoy segura de que no me equivoco. Quiero que toda persona capaz de leer esto, y sacar una buena reflexión se dé cuenta de que por amor todos sufrimos, de que todos la hemos cagado, pero que de a pesar de lo malo siempre hay algo que nos saca una sonrisa, es en eso en lo que te debes de fijar. 
¡Vamos, querer es poder!
Intenta mirar hacía atrás, si algo te da pena, si algo te duele y te hace daño, no vuelvas a ello.
CE## 
Pequeñas ilusiones…





Olvidados.


Soy nula y tú distante, y ya nada es como antes...



                     Ya no sabían a nada esas tardes entre botellas de cervezas, ya no sabían a nada esos vasos llenos de falsas esperanzas, ya no sabían a nada las noches amargas sin el, sentada en un banco de aquel viejo parque de debajo de su casa, ni los días felices en compañía de el en el viejo tuenti , pues sabia que cuando esto comenzase él se levantaría y mi vida volvería a ser un coche parado en un stop.
      A veces no somos conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor. De que tienes que cuidar lo poco que tengas. Eso puede desaparecer. El momento en el que una persona te abandona puede ser desolador. No es normal que dos amigos se separen, pero puede pasar. Cuando tienes que decir adiós a una persona importante para ti crees que tu mundo se desmorona. Pero tienes que ser fuerte, tirar hacía delante y ver que aunque tú crees que no tienes vida sin esa persona, puedes aprender a vivir sin ella. Todos los que alguna vez se han tenido que separar de alguien ¿os ha costado? ¿Habéis conseguido seguir vuestra vida? ¡SI! Es duro, pero ya no quiero saber nada de ti. Fuiste tú el que me abandonaste por una opción más segura, una opción distinta a mí. Que te daba algo distinto a lo que nosotros teníamos. Nuestra amistad se desquebrajó. Sé que eres feliz. Pero también sé que has intentado dar conmigo. Ya no lo intentes, no quiero saber más de ti.
Cuando alguien te abandona y sufres. Pon tu tierra de por medio, olvídalo, verás como serás tu  el que no quiera saber más de él. Los trenes no esperan a nadie, siguen su rumbo. Pues he descubierto que seguir con tu vida, te ayuda a olvidar lo que realmente no valía la pena en tu vida. Si se fue, es por que tenía que desaparecer. No era realmente algo bueno para tí. No acabaría haciéndote más feliZ. 
¡Dale una patada en el culo!


Arrancar ese coche y darle puerta a la vieja vida. 



29 de octubre de 2012


                 Cuando alguien quiere algo puede conseguirlo. Nosotros ponemos nuestro empeño por enseñar la verdad. Puedes conocernos a través de twitter,facebook tuenti o en Onda Universitaria (en google) de la Universidad Francisco de Vitoria. Creamos ilusiones, no te lo pierdas.

!Futuras promesas con grandes corazones! :D

Echo de menos...


                  Echo de menos algo y no se lo qué es. Echo de menos una vida normal. Echo de menos a la verdadera Celia, a la feliz. Echo de menos durante la semana, esos sábados tan geniales. Echo de menos correr. Echo de menos las despreocupaciones. Echo de menos los partidos, con su tensión y marcadores ajustados. Echo de menos mi vida. Echo de menos querer a quien debo querer. Echo de menos no llevar apenas rutina, por extraño que parezca. Echo de menos perder el bus y salir corriendo detrás de él y acabar llegando antes a mi destino que el conductor. Echo de menos que algo se me de realmente bien... Echo de menos algo que me llene. Echo de menos ser feliz. Echo de menos saber qué me ocurre. Echo de menos saltar a cada rebote. Echo de menos algo que puede que jamás vuelva. 
Echo de menos. Echo muchas cosas de menos. Cosas que posiblemente no vuelvan, cosas que caerán en el olvido, inevitablemente. Cosas sin las que no sé vivir. Lo único que hago intentar vivir. Que mi vida vuelva a tomar el rumbo que tenía. Que todo vuelva a emocionarme, a hacerme sentir, a llorar y reír e incluso a sentir. Para mí ahora todo son cosas muy diferentes a lo que era antes. Estoy esperando algo, no sé qué... tal vez a ti o tal vez nada.... ¿y si esto nunca acaba?...
A veces no somos nosotros, buscamos un disfraz mejor.


28 de octubre de 2012


                 Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible para claudicar. No olvides que la causa de tu presente es tu pasado así como la causa de tu futuro será tu presente. Aprende de los audaces, de los fuertes, de quien no acepta situaciones, de quien vivirá a pesar de todo, piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo y tus problemas sin alimentarlos morirán. Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande que el más grande de los obstáculos. –Pablo Neruda



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