Escondida en la luz de la noche me senté a pensar en todo.
La penumbra era mi mejor compañera. Mis ojos ardían de rabia, dolor, cariño, ilusión
y desilusión. Sentimientos enfrentados como tantas otras muchas veces. Miro por
la ventana y no sé donde acaba el espacio. Las luces de la ciudad parecen que
limitan pero la oscuridad le gana el resto del espacio.
Muchas veces nos preguntamos ¿qué es lo que hacemos mal? Los
pensamientos cuando no queremos son más puros e inmensamente grandes que cuando
lo haces a conciencia. Quieres cambiar algo y lo intentas, mejor dicho, lo
haces.
Hay gente a quien no le importa hasta donde tengan que
llegar, gente que lucha por lo que quiere, gente para quien realmente “querer
es poder”. Gente que tiene sueños, gente que sueña de verdad, gente que quiere
ayudar a los demás, que quiere creer que el mundo puede y debe cambiar. Para quienes
las críticas ajenas no suponen ni el uno por ciento de los aceleradores que le mueven.
Ser o no oportuna, ser o no real… depende de ti, pero además
te influye a ti. El miedo a fracasar frena más de lo que algunas personas se
imaginan. Pero el estar sometido a ese maldito miedo y a los pensamientos que
te persiguen y que te hacen pensar que no has intentado luchar por tus sueños,
son más amplios y fuertes.
Sin embargo, el miedo a decir las cosas no frena. Gente que
no sabe que decir y lo escribe. Gente con miedo a desnudar su alma. Desnúdate.
Cambia el plan. Basta ya de caretas de sonrisas cuando estás triste, de ser el
alma de la fiesta y autocastigarte, de que parezca que no tengas días malos y
solo quieras disimular. Pero que al llegar a casa todo era una dura imagen. Una
realidad tapada. Una imagen de felicidad para evitar conversaciones, para
evitar que te pregunten, para evitar, sobre todo, tener que dar explicaciones.
Autodefensas. Seamos lo suficientemente realistas y sepamos afrontar hasta el
peor de los momentos.
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