Pensando. Arrebatándole segundos de otra
cosa a mi cabeza. Me dio por mirar más allá. Muchas veces me doy cuenta de que
hay gente sola. Realmente otros no sabemos que se siente. Nos gustan nuestros
momentos de soledad. Hay cosas que preferimos hacer solos. Pero si queremos
compañía también la tenemos. Hay momentos. Cada cosa a su debido tiempo. Pero
hay otros que no. Otros no tienen capacidad de elección. “Querer es poder”,
pero en este caso no. Quieren pero no pueden. Me he preguntado constantemente. ¿Cómo
hacen ellos las cosas de más de uno? Todos discutimos. Pero solo no se puede
discutir. ¿Qué pasaría si nos tenemos que subir a una escalera y no podemos
sujetarla a la vez? Nos caeríamos. No podríamos hacer nada bien. Nada para lo
que una persona sola no sirva. Y he de reconocer que son muchas cosas. Cuando
doblo las sábanas necesito una persona al otro extremo. Hasta para cosas tan
sencillas. Nadie que te prepare un día el desayuno. Llegar a casa de un intenso
día y no tener la cena en la mesa. No poder ver la tele y comentarla con
alguien. Son cosas sencillas. Pero sencillas para aquellos que estamos
acostumbrados a hacerlo en compañía. Somos afortunados. Intentamos ver los
problemas que tenemos a cada segundo. Ver la mala suerte que tenemos en esto y
en lo otro. Pero realmente no nos paramos a ver las cosas buenas que tenemos.
El factor llamado suerte. Dicen que no saben si existen pero realmente ¿existe?
No contestéis. Solo quiero que reflexionéis. Muchos estaréis pensando que esto
es un tópico. Sí. Sí. Y seguramente sí. Pero ¿cuántas veces os habéis parado a
pensar en ello?
Dejar de ver en todo algo malo. Dejar de
pensar en los problemas que tenéis. Siempre digo que sonreír es un pilar
fundamental en esta vida. Un objetivo que todos debemos perseguir. Así que
mirando lo bueno. Olvidando lo malo. Pensando que realmente somos “suertudos”.
Otras cosas en pareja nos pesan. Otras
no salen mal. Las parejas también se rompen. A veces la compañía nos sobra. Pero
otras no podríamos vivir sin los demás.
Dejemos de tener pánico, de perder el
control de nuestras vidas. Intentemos llegar a un lugar mejor. A otro mundo.
Nuestro. Donde solos y con gente seamos felices. A partir de ahora pensemos que
todos los días son los mejores. Y que el siguiente será mejor. Más importante.
Aprendamos a volar solos, pero con los brazos abiertos para recibir a aquellos
que quieran compartir sus vidas con nosotros.
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