Estás sentada y la cabeza te da vueltas, muchas vueltas. Lleva
varios días así. Te das cuenta de que necesitas ese cambio en tu vida que tanto
deseabas, pero que nunca sabías cuando iba a llegar. Quizá no haya mejor
momento. La gente corriente, la de tu día a día comienza a tener mayor eco en ti.
Una mayor repercusión. Quieres eso. No. Sí. Quizá. Estás dubitativa, sueñas de
pie, tumbada, despierta, dormida... cierras capítulos en tu vida y le intentas
decir a tus amigos que lo hagan. Pero luego lo piensas y miras de nuevo atrás. Quieres
y no puedes. Vale, querer es poder, ¿pero cómo se sabe realmente que se quiere?
Cuando entramos al colegio, el instituto, la universidad se abre un nuevo
capítulo en tu cerebro. Cuando empiezas a crear ese sentimiento se abre un
cajón en tu corazón. Y cuando ya ha llegado ahí, comienza otro nuevo proceso. Ni
peor. Ni mejor. En el corazón no cabe todo. Cuando llega algo nuevo se tiene
que eliminar algo anterior. Al principio es fácil, porque un sentimiento más
grande elimina uno menor. El conflicto aparece cuando uno del pasado es más
grande que otro del presente. En ese caso, ya está. Borra el viejo, renuévate,
y vive el día a día de la mano de ese nuevo sentimiento.
Igual que el tiempo pasa, la primavera pasa, las amistades
pasan, y los sentimientos… también lo hacen.
Dije anteriormente que no debemos mirar atrás, sino pensar
en el presente. Soy fiel defensora de la felicidad. De qué debe ser nuestro objetivo
en la vida y bla bla bla… pero también te estancas. También lloras. Y también sufres.
Parece que vestirte de la cabeza a los pies, y comenzar vistiendo tu cara con
una sonrisa te hace inmune al dolor. No es mentira, pero tampoco es verdad. Es cosa
de prioridades. En un primer momento tu sonrisa es más importante por el
sentimiento que genera. Pero luego, también hay momentos en los que el malestar
supera a la felicidad. Una buena amiga me dice que cuando pasa un día entero llorando
el siguiente solo disfruta y sonríe, no puede estar dos días así.
Lo mismo debemos hacer. Ningún día tiene que ser igual que
el anterior. No entrar en la monotonía y sí romper las reglas.
Con frustración y con un sentimiento de fracaso también se
puede vivir un día. Pero no lo hagas dos ni tres; porque entonces la rutina comienza
a apoderarse de tu vida. Hay una luna al día, ¿quieres ver las estrellas? Deja lo
malo, da paso a lo bueno. Saca instantes maravillosos de las 24 horas del
lunes, del martes, del miércoles, del jueves… haz lo que te dé la gana, que no
irrumpan en ti y no lo hagas tú en la vida de los demás.
“disfruta que la vida son dos días y vamos por el segundo…
dibuja una sonrisa para el mundo…”
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